En cuanto a los buenos hábitos alimentarios, existen
señales que pueden ayudar a distinguir el apetito emocional o por estrés del
apetito físico y real. El hecho de comer como escape emocional o por estrés
generalmente aparece repentinamente, en general se hace para escapar de sentimientos
negativos que se está experimentando, con la esperanza de que la comida nos
haga sentir mejor. A muchos nos pasa que comemos emocionalmente de vez en
cuando. A veces es una decisión consciente pero, con más frecuencia,
automática.Quizás la persona no sabe exactamente qué es lo que le molesta, pero
está bastante segura de que la comida es lo único que curará su malestar.
En
cambio, el apetito físico tiende a aparecer de manera gradual, la persona
comienza a sentir hambre pero puede esperar para comer, lo cual da algo de
tiempo para escoger prudentemente y saciar el apetito con algo saludable.Comer
por estrés por lo general provoca un antojo de algún alimento con azúcar,
grasas y alto en calorías (como el chocolate, por ejemplo). Sin embargo, cuando
se está físicamente hambriento, la persona está dispuesta a considerar varias
opciones que satisfagan su apetito físico, lo que significa que es más probable
que tome una mejor decisión.Una vez satisfecho el apetito físico y cuando el
estómago está lleno a gusto, es señal de que ya se ha comido lo suficiente. Sin
embargo, cuando las emociones son el motor, es fácil ignorar lo que dice el
estómago y se come mucho más tratando de sentirse mejor.Comer por estrés puede
levantar el ánimo momentáneamente, pero después, con la misma rapidez, el
sentimiento de vergüenza y culpa aparecen.
Con el fin de lograr y mantener una dieta saludable, la experta en
nutriciónpropone algunas ideas para poner en práctica y así evitar la conducta
de comer emocionalmente o por estrés:
·
Llevar una agenda de
comidas: Una agenda de comidas
puede ser realmente útil para que veas qué es lo que provoca que comas por
estrés. Cuando sientas la necesidad de comer, toma nota de qué tanta hambre
sientes con una escala del 1 al 10 (1 = me desmayo de hambre; 10 = estoy tan llena
que ya no me entra la ropa). Después anota cómo te sientes en ese momento.
·
Admitir tus
sentimientos: Si eres consciente deque las emociones son lo que detona que comas por estrés, entonces
¿por qué no aceptarlas? Es bueno sentirse a veces enojado, solo o aburrido. Los
sentimientos pueden ser desagradables pero no son peligrosos y no siempre
necesitarás ‘repararlos’ comiendo.
·
Trabajar en tus
habilidades de adaptación: Cada
vez que comes como reacción al estrés, es un recordatorio de que no puedes
controlar tus emociones. Cuando te afecta el estrés, intenta preguntarte: “¿Qué
es lo peor que puede pasar si no como?” Sí, tu nivel de estrés podría aumentar
un poco, pero el sentimiento pasará. Practica tolerar tus emociones o encontrar
otras maneras de hacer frente a tu estrés.
·
Encontrar
alternativas a comer: Tómate
unos momentos para reflexionar sobre tus sentimientos y piensa en formas para
resolver tu problema. Haz una lista de las cosas que puedes hacer en lugar de
comer, como salir a caminar, escuchar música o meditar.
·
Olvidar los malos
hábitos: Quienes comen a causa de
sus emociones continuamente refuerzan la idea de que la mejor forma de tratar
las emociones negativas es con comida. Al igual que otros malos hábitos, comer
por estrés ocurre antes de que tengas oportunidad de pensar en ello. Por lo
tanto, necesitas olvidarte de los malos hábitos y ponerte a hacer algo
diferente a comer cuando tienes un mal día.
·
Esperar hasta que
pase: Quienes comen por estrés
a menudo temen que si no satisfacen las ansias de comer, el antojo empeorará.
No obstante, cuando practican tácticas dilatorias, a menudo se sorprenden de
que el antojo simplemente desaparece. En vez de rendirte inmediatamente a las
ansias, hazte la promesa de que esperarás unos minutos y dejarás que el antojo
desaparezca.
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