jueves, 3 de noviembre de 2016

Proteínas: componente esencial para el lactante

Las proteínas son un componente fundamental para la vida, están involucradas en el mantenimiento de numerosas funciones corporales, como la reparación o el reemplazo de células o tejidos y el crecimiento.
Comparado con los requerimientos de un adulto, un bebé necesita mayor aporte proteico en relación a su peso corporal para asegurar su crecimiento.  Esto no significa que un niño y un adulto deben ingerir igual cantidad de proteínas, la cantidad es proporcional a su peso, estatura y masa corporal.
“La leche materna es rica en proteínas durante las primeras semanas de vida. Posteriormente,  esa cantidad se reduce de forma gradual y de acuerdo a la velocidad de crecimiento del lactante. Es decir, la naturaleza provee la cantidad exacta que el niño necesita acorde a su crecimiento saludable”,comentó el Dr. Jorge Palacios.
Las variaciones observadas en la cantidad de proteína de la leche materna durante el curso del primer año favorecen un patrón de crecimiento saludable característico de los niños amamantados.  En caso que un bebé consuma un aporte excesivo de proteína durante los primeros meses de vida, se alterará su metabolismo, estimulándose actividad hormonal que favorece un crecimiento acelerado, acumulación de tejido graso, sobrepeso y obesidad.
Estos cambios metabólicos condicionan al niño a padecer en edades posteriores, incluso en la edad adulta, de enfermedades crónicas e inflamatorias como diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedad coronaria y accidentes cerebro vasculares. Los cambios nutricionales y de composición corporal relacionados con el consumo de altas cantidades de proteína en la infancia han sido denominados científicamente como la “hipótesis de la proteína temprana”.
Los efectos son particularmente notorios durante el período de los primeros 1,000 días de vida de un ser humano (desde la concepción hasta el final del segundo año). La programación metabólica causada por el consumo excesivo de proteína, tiene incluso el potencial de ocasionar cambios en las características hereditarias de un niño y causar estas anomalías prácticamente desde su nacimiento.


“Los primeros 1.000 días de vida constituyen una ventana de oportunidad única que puede utilizarse para asegurar un crecimiento normal en los lactantes y también para evitar el desarrollo de enfermedades crónicas e inflamatorias en edades adultas.  Es indispensable asegurar una alimentación óptima durante la gestación y la infancia temprana”, finalizó el Dr. Palacios.

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