La digitalización ha penetrado prácticamente todas las capas de nuestra
sociedad, desde la educación hasta la medicina y desde el entretenimiento hasta
el comercio; gracias a esto gozamos de sus innumerables beneficios: mayor
acceso a información, rapidez, posibilidad de conectar con otras comunidades,
acceder a productos y servicios que antes estaban vetados por lejanía
geográfica o barreras idiomáticas.
Con cerca de 4.500 millones de personas conectadas a internet en el
mundo entero, un 57,3% de la población total según
registra Internet World Stats, tenemos mucho en donde seguir trabajando y en
especial, cuando el uso trae consigo desafíos importantes en cuanto a la
seguridad. Y aquí no sólo hablamos del resguardo de mensajes intercambiados a
través de Whats App, Facebook o Telegram, sino que en aspectos igualmente
importantes como las transacciones online y el ecosistema del comercio
electrónico en general.
Por ejemplo en Costa Rica, los pagos digitales crecen en comparación a los
físicos, según nuestros datos (2017-2018) las transacciones con tarjeta no
presente creció un 43%, en el caso de Panamá un 10% y en Guatemala un 56%. Es
acá donde a futuro hay que hacer ajustes y dentro de dos o tres años vamos a tener
que implementar tecnología, pues es frecuente ver más intentos de vulnerar
sistemas de transacción o el robo de datos confidenciales, de cuentas bancarias
o tarjetas de crédito. Y en esta dinámica, la industria ha sabido responder de
forma eficiente; sin embargo, debemos pasar de la reacción a la ofensiva con
acciones concretas que den más seguridad y que se adelanten a posibles formas
de hackeo. Acá es donde tenemos que ser capaces de enfrentar este desafío de
una forma holística.
Lo anterior se traduce en herramientas para predecir qué tipo de
amenazas vamos a tener y cómo nos preparamos hoy para mantener nuestros
sistemas, y en especial la tranquilidad de nuestros consumidores, bajo
resguardo. Hoy, por ejemplo, existe el servicio de tokenización, el cual encripta
el número de tarjeta de crédito y crea una relación directa y única entre ella
(el consumidor y el comercio). En caso de que ese punto de venta sea vulnerado,
los datos de la tarjeta no podrán ser accesados porque esta tecnología oculta
los datos y ésta es, ciertamente, una medida concreta para evitar ser víctima
de fraude.
La tokenización, además permite que el banco emisor y el comercio se
intercomuniquen, con lo cual se genera una capa adicional de seguridad de forma
rápida. Así, el consumidor compra cuando quiere, el comercio vende en cualquier
momento, y el banco otorga créditos o transacciones cuando estima conveniente,
todo bajo un alto nivel de seguridad.
Otro desafío que tiene la digitalización es cómo identificar que la
transacción está siendo hecha por una persona y no por un robot. Es aquí cuando
actúa el protocolo de industria EMV3DS de Mastercard, que son tres dominios de
seguridad que permiten la comunicación entre un emisor y un comercio local e
internacional de manera casi instantánea. Acá, se identifica el dispositivo
desde donde se está realizando la transacción y se toman en cuenta factores
como la geolocalización, la velocidad con la que escribe, entre otros, y además,
esa información es capturada y encriptada localmente para luego ser enviada en
un mensaje a través del emisor de tarjetas de una forma segura.
Estas dos medidas específicas, Tokenización y EMV 3DS, forman parte de
un conjunto mayor en el cual el foco sigue siendo la tranquilidad de los
consumidores. Es fundamental que, durante esta evolución hacia un mundo cada
vez más digitalizado, contemos con las herramientas adecuadas para seguir
fortaleciendo el sistema de e-commerce en todo el mundo y continuar disfrutando
de sus beneficios.
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