En Guatemala solemos hablar de energía cuando sube la tarifa, cuando hay un apagón o cuando se anuncia una nueva planta de generación. Mucho menos se discute sobre aquello que hace posible que la energía llegue, de forma segura y continua, a los hogares, a las escuelas, a los hospitales y a las empresas: la red de transmisión. Esa “carretera eléctrica” casi nunca la vemos, pero de ella depende que el país pueda crecer, competir y reducir brechas.
Una
necesidad estructural, no de coyuntura
Cada
subestación concluida a tiempo, cada línea que cierra un anillo regional y cada
kilómetro que elimina restricciones operativas aumentan la resiliencia del
sistema y reducen costos para los usuarios.
Qué debemos corregir ya: además del qué, importa el
cómo
- Reglas claras y
coordinación efectiva. Procedimientos
previsibles, criterios homologados entre instituciones y municipios y
tiempos definidos. La certeza jurídica no es un “lujo del inversionista”;
es un bien público que abarata la energía, viabiliza proyectos que
benefician a todos y fortalece la competitividad del país.
- Instituciones íntegras y
capaces. Profesionalizar las ventanillas de
atención y asegurar capacidades técnicas en todos los niveles. Sin estas
condiciones, cualquier plan, por ambicioso que sea, se queda en el papel.
- Planeación de largo plazo
con sentido territorial. Priorizar proyectos que
conecten áreas geográficas de desarrollo, agreguen redundancia a la red y
atiendan el crecimiento de la demanda donde ocurre. Planear hoy y ejecutar
las obras requeridas es evitar apagones y sobrecostos mañana.
- Impulsar la inversión a
través de dos vías complementarias:
- Licitaciones públicas
con marcos predecibles, que mejoren la asignación de riesgos, atraigan
inversión y permitan ejecuciones oportunas.
- Iniciativas propias
respaldadas por señales económicas claras y estabilidad regulatoria, para
acelerar el desarrollo de la infraestructura de transmisión.
¿Qué pasa si no actuamos?
No invertir a tiempo en transmisión tiene consecuencias que ya conocemos: mayor riesgo de racionamientos, incremento de costos para los hogares y la industria, pérdida de competitividad y oportunidades que migran a otros países. La energía que no se transmite se pierde y, con ella, se pierden empleo, innovación y bienestar.
También hay una pérdida menos visible, pero igual de grave: la confianza. Cuando la ciudadanía asocia la electricidad con incertidumbre, se frena el ánimo de emprender, de estudiar de noche, de instalar un pequeño taller o de incorporar tecnología al campo. La transmisión es, en el fondo, un habilitador de crecimiento y de esperanza.
Involucrarnos
La infraestructura no se construye solo con torres y cables. Se construye con diálogo, información clara y participación. Propongo cuatro pasos sencillos:
- Informarnos mejor. Preguntarnos
cómo llega la energía que usamos y por dónde viaja.
- Entender nuestras
“carreteras eléctricas”. Conocer sus beneficios
cambia la conversación pública: pasamos del reclamo aislado a la exigencia
informada.
- Acompañar los procesos.
Las obras bien hechas requieren permisos y reglas claras. La participación
comunitaria, el respeto ambiental y los acuerdos locales no son un
obstáculo; son parte de la solución.
- Consistencia. Es
necesario pedir a las empresas transparencia, seguridad y respeto, y como
usuarios analizar la coherencia de respaldar lo que el país realmente necesita.
Cerrar filas por el desarrollo
Guatemala tiene una oportunidad histórica: transformar su red de transmisión en el gran conector de un desarrollo más justo y competitivo. No será de la noche a la mañana ni lo hará un solo actor. Pero si dejamos de dar por hecha la electricidad y la miramos como lo que es, un bien común que requiere cuidado, inversión y acuerdos, entonces la próxima vez que encendamos la luz sabremos que no fue un acto automático, sino el resultado de un esfuerzo de país que busca mejorar el bienestar y el desarrollo.
Porque, insistamos sin cansarnos: sin transmisión no hay desarrollo. Y sin desarrollo no hay bienestar que sea sostenible. Hoy, más que nunca, debemos involucrarnos.
- Entender nuestras
“carreteras eléctricas”. Conocer sus beneficios
cambia la conversación pública: pasamos del reclamo aislado a la exigencia
informada.
- Iniciativas propias
respaldadas por señales económicas claras y estabilidad regulatoria, para
acelerar el desarrollo de la infraestructura de transmisión.
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